Madrid.— Para Andrés López Vitrúllez, regidor por el PP en Navalapolla, Ávila, todo empezó durante una charla informal con su señora, cuando esta le dijo, mirándole con desdén: «Si los gilipollas volarais...». «Esa hipótesis me abrió los ojos», relata Antonio. «Si voláramos, conquistaríamos los cielos y sobrarían motivos para construir aeropuertos a voleo. ¿Qué nos lo está impidiendo?»
Así comenzó una cruzada contra lo que Antonio y su lobby antigravedad consideran «una ley injusta, impuesta por un tal Newton, sin duda gabacho, que nos tienen manía, y que nos priva de crecer como personas». Su lucha les ha llevado ahora al TC, que debe determinar la constitucionalidad de obligar a todo lo que sube a bajar. «Yo no voté eso en 1978», declara orgulloso Antonio, que tenía seis años en 1978.
Aunque oponerse a una ley física tan elemental pueda parecer insólito, lo es menos si la noticia se coloca en su debido contexto: un 23 % de los votantes de López Vitrúllez también se opone al heliocentrismo, un 57 % duda que la Tierra sea redonda y un 82 % niega el darwinismo: «Si viene de Francia, malo».