Tokyo.— Las consecuencias del incidente nuclear en Fukushima siguen sucediéndose, pero siempre dentro de las conservadoras predicciones de los científicos, que apuntaron la posibilidad de mutaciones “tolerables” debidas a la radiación, pero con efectos sólo “medianamente catastróficos”. Así se confirmó cuando un kaiju de tamaño moderado apareció la mañana del domingo en el barrio Tomokaji de Tokio, donde sembró un mesurado pánico pisoteando varios jardines, pegando a niños de cinco años y destruyendo la maqueta de trenes de Hattori Yamakazu, que se mostró razonablemente desesperado.