Después de la locura por el papel del váter, que desapareció días antes de la oficialización del estado de alarma en España, la harina ha sido el siguiente producto en volar de las estanterías de los comercios. Aunque en principio se creyó que su principal uso era el de fabricar pan casero durante las tediosas horas de confinamiento, recientemente se ha descubierto que los cocainómanos la están empleando para pintarse rayas ante la escasez de su sustancia favorita.
"De momento no vamos a tomar ninguna medida -ha asegurado Salvador Illa, el ministro de Sanidad español-. Esnifar harina es mucho menos perjudical para la salud que alimentarse con esos panes desastrosos y probablemente insalubres que la gente está compartiendo en las redes sociales.