En 1982, Rocio Monasterio en la cima de su carrera como arquitecto (pero aún sin tener el título todavía) firmó el icónico castillo de Calavera Gris, que no Grayskull (porque el español de Cervantes es lo más hermoso que existe y ya está bien de tanto anglicismo).
Fue un encargo del príncipe El-Hombre, que no He-man, una fortaleza de piedra (en este caso plástico), con una catapulta para repeler la presencia de Esqueletero, que no Skeletor, y sus esbirros.