Con la llegada de la verbena de San Juan, los buzones de nuestros hogares vuelven a recibir el fajo de papeles más esperado desde el catálogo de Ikea: la folletos de las casas de petardos.
Este año, a modo de homenaje, el Gobierno ha decidido otorgar el Premio Nacional de Diseño a estos grandes facsímiles, cumbre de la infografía y la legibilidad, canon del diseño publicitario e inspiradores de tantos y tantos estudios sobre ‘user experience’.
“Es puro dinamismo, frescura y color. ¡Estamos hartos de tanto rollo nórdico vacío y hueco! ¡Alegría! ¡Derroche!”, aseguró a nuestros periodistas un tipo vestido con un gorro de plumas de pavo real y enfundado en un traje animal print fucsia que, además, resultó ser el comisario encargado de otorgar el premio, “solo me chirría la tipografía. Yo añadiría un poquito de WordArt, o algo en plan retro”.
Una vez anunciado el premio, miles de profesionales del ramo han recibido la noticia con los ojos abiertos para, posteriormente, arrancárselos con sus propias manos. Lo que sea con tal de no volver a ver esa horrible biblia negra del diseño.