Es el caso de Antonio A. F., de 68 años, cuyo cadáver se lo encontró su mujer al volver de la manifestación feminista de Albacete: 'Le encontré tirado en el suelo. Iba vestido con unos harapos y llevaba una barba muy larga, lo cuál me sorprendió porque al irme de casa esta mañana estaba afeitado y llevaba puesto un pijama nuevo, pero mire, Antonio siempre fue un desastre. De hecho, no murió de hambre sino por tratar de comerse una lata de sardinas. Literalmente, quiero decir, intentó comerse la lata tal cual, sin sacar las sardinas de ella antes. Murió asfixiado, el muy imbécil. Ya me lo decía mi madre, que en paz descanse: Conchita, no te cases con el Antonio que es más tonto que ponerle un motor diésel a una alpargata. Qué razón tenía'.