Se acabó, la hucha de las pensiones tiene menos dentro que el cerdito del hijo de un heroinómano y el Gobierno se lleva las manos a la cabeza. Durante la sesión de brainstorming organizada la pasada noche por el ministerio de Hacienda, las ideas volaban: ¿Invertimos para crear más empleo? ¿Distribuimos los impuestos de forma más justa? ¿Matamos a los ancianos para evitar pagar más pensiones? Un momento, ¡esa me ha gustado! Pero, mejor, ¡que se maten entre ellos y ganamos pasta poniendo algo de publicidad!
¡Brillante! Para qué pensar en políticas innovadoras cuando podemos montar un reality show y encima ahorrarnos unos milloncejos.
En España odiamos a los viejos y llevamos más de 17 ediciones de Gran Hermano, es el país perfecto para unos Juegos del Hambre.
Así, en los próximos juegos, cada comunidad autónoma seleccionará a un grupo de jubilados que serán encerrados en un campo de batalla en las inmediaciones de Teruel. Allí, consumidos por la abstención de chinchón, sin obras que ver y sin partidas de dominó, se asesinarán los unos a los otros hasta que sólo un puñado quede con vida.
Pese a que los sindicatos y los animalistas han puesto el grito el cielo, el Gobierno hace oídos sordos y sigue con los preparativos. Aunque no todo será carnicería y salvajismo primitivo.
Como muestra de buena voluntad, se permitirá a los ancianos elegir un arma fetiche que podrán utilizar durante los Juegos: Bastones katana, braga-fajas explosivas o pastillas de Sintrom envenenadas.
Visto que nadie plantea una solución mejor (Bruselas proponía, directamente, convertir a los jubilados en Soylent Green y servirlos en comedores escolares) ¡que den comienzo los primeros Juegos del Hambre sénior!