Los cursos se organizan de forma clandestina en toda la península y buscan migrantes jóvenes y vulnerables para acercarlos al supremacismo blanco. “Se trata de una formación educativo-étnica porque al fin y al cabo, no todos somos iguales a los ojos de Dios”, declaraba la formadora.
El curso incluye sesiones de 12 horas seguidas de conciertos de voces blancas y U2.
Para la terapeuta, el trauma étnico puede repararse con psicoterapia, asesoramiento pastoral y frotarse el cuerpo con harina y lejía. Todos los inscritos en el curso tienen prohibido exponerse a la luz del sol para favorecer la palidez.
Las sesiones del curso incluyen cursos de cómo bailar sin ritmo, torpeza deportiva y aprender a comportarse como un hombre blanco privilegiado y racista.
Uno de los documentos que publicita el curso considera ser negro una “bajeza intelectual y moral”. Para la formadora “los negros deben encontrar, por medio de la psicoterapia y la oración, su verdadera identidad, que no es otra que ser los hijos limpios y blancos de Dios”.