La visita del secretario de las Naciones Unidas a Putin se ha cobrado una víctima accidental, y todo debido a la afición del presidente ruso a recibir a sus visitas en su mesa de cuatro metros digna de Downton Abbey. En este caso, el represaliado accidental ha sido el camarero de sala que, en un alarde de educación y equidistancia, ha decidido colocar la bandeja con canapés en el centro de la mesa.
“La situación ha resultado incomodísima. Ninguno de los dos mandatarios podía llegar a coger los blinis colocados en el centro, ni siquiera con unos palos selfies de plata que les hemos proporcionado”, comenta el mayordomo que asistía al encuentro. “Desgraciadamente, pese a la sonrisa tensa de Guterres, al presidente no le ha hecho mucha gracia, y esta misma mañana el pobre estaba sirviendo consomé congelado en Novosibirsk”.
Una vez pasado el enfado, Putin se ha mostrado de mejor humor: “Tendremos que encontrar una solución a este tipo de malentendidos. Mañana mismo mandaré instalar un cinta motorizada, como estas que tienen en los restaurantes de sushi”.