El verano está para lucirse, pero quizá cuando corres hacia la orilla para salvar a una persona que se está ahogando no sea el mejor momento para ello.
Este es el caso de Salvador Pi y Griñón, socorrista en una playa en la costa Daurada, recientemente relegado de su cargo tras demostrarse que su tasa de rescate se veía profundamente afectada por el hecho de correr a cámara lenta y pararse para guiñar el ojo a las guiris, en lugar de esprintar hacia el ahogado.
La Oficina de Turismo se ha mostrado indignada ante este despido: “Entendemos la preocupación, pero este socorrista también provocaba que la ocupación de la playa aumentase un 4% gracias a su sex-appeal. Exigimos su retorno a la arena, aunque sea para pasearse.”
Esta petición resultó inasumible por parte de la Cruz Roja, tras demostrarse que, además, el 10% de las víctimas que sí habían podido ser rescatadas del agua, morían en la arena mientras el joven secaba su pelo a base de expresivos giros de melena en slow motion en lugar de practicar la reanimación estipulada por el protocolo.